El 17 de enero de 1974 un grupo armado ingresó a la Quinta de Bolívar, en los pies del Cerro de Monserrate en Bogotá y se robó la espada que perteneció a Simón Bolívar. Detrás del robo estaba un grupo guerrillero en ciernes, cuya filosofía era nacionalista, poco ortodoxa, urbana y fundamentalmente militar. La mayoría de sus cuadros fueron formados en las filas de la Juventud Comunista Colombiana (JUCO) y militaron en las FARC. Algunos de ellos, como Jaime Bateman Cayón, Carlos Pizarro e Iván Marino Ospina desertaron de las filas comunistas no sin haber corrido el riesgo de ser fusilados.
Pablo Catatumbo, firmante del Acuerdo de Paz de 2016, en su testimonio a la Comisión de la Verdad rememoró cómo Jaime Bateman, encargado del grupo urbano de las FARC, se agotó de los ritmos vegetativos de la guerrilla rural y decidió abrir su propio grupo (el M-19). Lo siguió Carlos Pizarro, quien desertó de un campamento de esa guerrilla y de manera casi milagrosa pudo huir sin ser capturado y sometido a consejo de guerra.
A este grupo de excomunistas se sumó una corriente de exanapistas que, desencantados con el fraude en las elecciones de 1970, optaron por la lucha armada. La estrategia del M-19 era insurreccional y buscaba llegarles a los sectores urbanos, cuyas demandas sociales estaban en pleno auge. Esta guerrilla también planteó el campo de disputa con el Gobierno en el terreno simbólico. Si bien no tenía tras de sí a un partido o movimiento político, su objetivo era atraer a la opinión pública y lo lograron despertando una mezcla de simpatía y miedo. Acciones de gran impacto como el robo de la espada de Bolívar generaron curiosidad, pero el asesinato del presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), José Raquel Mercado, fue mucho más lejos.
Según dijo a la Comisión de la Verdad la dirigente política Clara López, secretaria económica del gobierno de Alfonso López Michelsen, este hecho cambió completamente el tono del gobierno de López: «Yo estuve en el Consejo de Ministros en que el Presidente de la República tenía al director del DAS buscando como loco a Mercado. Se seguían una cantidad de pistas y todas eran frustradas. Al doctor López lo trastornó eso. A partir de ese momento cambió el tono del gobierno. Lo de José Raquel Mercado fue una barbaridad y esa barbaridad influyó de ahí en adelante». (Contribuciones a la Verdad: Paro Cívico de 1977. Emitido en directo el 9 jul. 2020)
El ejemplo del M-19 cundió en otras guerrillas. Un exmilitante del ELN reconoció ante la Comisión de la Verdad que meses después del asesinato de Mercado, esa guerrilla asesinó al presidente del sindicato de Acerías Paz del Río en Sogamoso, Boyacá, Rafael Bayona, para apropiarse de la dirección de dicha organización social.
Si bien Colombia tenía una democracia restringida no solo por el Frente Nacional sino por las instituciones y normas que emanaban de la Constitución de 1886, las guerrillas también carecían de sustrato democrático ya que se inspiraban en modelos de sociedad autoritarios, como el de la URSS o de la revolución cultural de China, que también cercenaron libertades y derechos. En regiones como el Magdalena Medio, Córdoba y Urabá, estos autoritarismos despertaron en los años posteriores reacciones en contra de estas guerrillas y alimentaron los argumentos de la extrema derecha armada.