El dilema sobre cómo medir el éxito militar en una guerra fue paradigmático durante la Guerra de Vietnam. Luego de librar conflictos entre estados tras la segunda guerra mundial, en Vietnam las tropas estadounidenses debían enfrentar a un ejército irregular. La guerra contrainsurgente implicaba cambios en la estrategia militar y en la forma en que se medía el progreso en la guerra. Para el secretario de Defensa estadounidense, Robert McNamara, la II Guerra Mundial había establecido como precedente la medición de la efectividad en el campo de batalla a través de métodos cuantitativos. Los números duros se convertían en un factor clave para abordar la guerra y, de acuerdo con esto, McNamara planteaba que todo aquello que podía ser medido debía ser medido.
Con el body count se implantaba una forma de medir los resultados a través de las bajas que se le causaban al enemigo. En Vietnam los estadounidenses pusieron en marcha una serie de indicadores cuantitativos que daban cuenta de esto. Eran más de 100 indicadores, dentro de los que estaban las deserciones dentro del Viet Cong, la fortaleza de unidades de combate, el porcentaje de tropas enemigas destruidas, el promedio de días utilizados en operaciones ofensivas, entre otros. La cuantificación del avance militar giraba en torno a los daños causados a la contraparte. Estos datos se comunicaban a través de reportes semanales y mensuales que terminaron basándose únicamente en las cifras. Los números se convirtieron en un fin en sí mismo. Las métricas eran la base de la doctrina militar. Esto se daba en un contexto político en el que el Gobierno estadounidense enfrentaba protestas contra la guerra que libraba en el sudeste asiático.
De acuerdo con el expresidente Juan Manuel Santos esta doctrina se instauró durante los años de la seguridad democrática. Al llegar al Ministerio de Defensa, Santos indicó que el general retirado Álvaro Valencia Tovar le advirtió de la aplicación de esta doctrina que podía degradar el conflicto. Santos relaciona a los falsos positivos con la demanda de resultados que exigía el Gobierno del que él mismo hacía parte: «No me cabe la menor duda de que el pecado original, lo que en el fondo dio pie a estas atrocidades fue la presión para producir bajas y todo lo que se tejió alrededor de lo que muchos han llamado la doctrina Vietnam, pero al mismo tiempo en honor a la verdad tengo que decir que el presidente Uribe no se opuso al cambio de esta nefasta doctrina que él mismo había estimulado». (Entrevista 442-PR-03356. Juan Manuel Santos)
Ante las declaraciones de Santos, el expresidente Uribe negó ante la Comisión de la Verdad la aplicación de la doctrina Vietnam. El exmandatario también afirmó que esta doctrina no había sido mencionada por su gobierno ni por sus predecesores. «Nunca se aplicó ni se mencionó. En aras de la franqueza antes de mi gobierno tampoco vi que eso se hubiera mencionado, que se hubiera aplicado en Colombia la doctrina con la cual acusaban a Estados Unidos que su acción en la guerra de Vietnam era contar muertos, bombardeos indiscriminados, envenenar comunidades. Por favor, aquí hay todas las indicaciones, las cifras, las pruebas de lo que fue nuestro ánimo de preferir las desmovilizaciones». (Entrevista: 119-PR-03391. Álvaro Uribe)
Sin embargo, el elemento central de esta doctrina es que el progreso militar está anclado en la destrucción del enemigo antes que el control del territorio, la reducción de índices de violencia o indicadores de democracia. La cuantificación del progreso en la guerra se presta al sostenimiento de una escalada militar y a políticas de incentivos que fácilmente pueden derivar en violaciones a DDHH y en acciones contra la población civil.