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Región Amazonía

CAPITULO III

El viento sabe. Escuchó las quejas de los campesinos porque el Estado no atendía sus demandas de servicios básicos, hospitales y educación. Escuchaba a los niños quejándose de dolores de estómago, de muelas; a las madres y abuelas que no sabían qué hacer sin la ayuda de un médico. Una de ellas era Clara, madre de Luz Marina y Ana. Llegaron al Putumayo a mediados de los 60. El viento ve. Vio la cara de desesperación de Clara cuando a Luz Marina le daban fiebres altísimas. Vio también a los vecinos de Clara diciendo que no aguantaban más. Casi nadie vio, pero el viento sí, cómo se organizaron en una noche para bajar hasta Jardines de Sucumbíos para cerrar las válvulas de petróleo de la batería de El Empalme.

El viento escucha. Supo escuchar la voz de Clara mientras leía la carta que le envió su amigo Jaime, que vivía en Caquetá y quien le contaba lo que estaba pasando con el Pacto de Chicoral. Contaba que en 1972 los colonos del Caquetá, que estaban con la ANUC, incentivaron un paro campesino para protestar en contra de las deudas que tenían con el INCORA y la Caja Agraria. Y que en ese mismo año se organizó ese Pacto, que solo favorecía a los grandes terratenientes. El viento comprende. Comprendió el desespero de Jaime por la represión a los ocupantes de tierras y por el respaldo que el Pacto de Chicoral le daba a la ganadería extensiva y a las rentas del petróleo. Por eso, lo acompañó a Valparaíso, donde se unió a COOPERCAMBIO, una cooperativa que soñaba con la creación de un pueblo sin explotación. El viento también entendió la rabia de Carla y el impulso que la llevó a participar en las protestas de enero y diciembre de 1974 en Puerto Asís. El viento escuchó las arengas que pedían carreteras, alcantarillados y acueductos. Vio la violencia de las autoridades contra los manifestantes. Escuchó que les decían “bárbaros” o “guerrilleros”. El viento no olvida. Supo que por el estado de sitio declarado por López Michelsen en el 74, la Fuerza Pública asesinó a 5 manifestantes en Puerto Asís. Se enteró, luego, de que Carla no era ninguna de ellos. Tampoco olvida que luego del Paro Cívico Nacional de 1977, el Estatuto de Seguridad de Turbay llegó con represiones y violencia para los manifestantes.

Polifonía

Voces y relatos que complementan la temática.

Líder de la Amazonía habla sobre la organización campesina

El viento acaricia. Pasa por las hojas del cultivo de coca que Carla sembró en el patio de su casa. Antes el viento pudo acariciar las hojas de la marihuana que se sembraron en Barrancominas y que se llevaban a Venezuela o a Brasil. Luego supo de los primeros espacios de transporte y procesamiento que establecieron los narcos en Tarapacá y San Miguel en Putumayo. También supo que los carteles de Medellín y de Cali establecieron laboratorios en Valle de Guamuez y en San Miguel. El viento viaja y por eso no se sorprendió cuando volvió a la casa de Carla y vio su cultivo. Él ya sabía que a finales de los 70 los procesos de siembra, procesamiento, transformación y comercialización se daban en Caquetá, Guaviare, Vaupés, Guainía y Putumayo. Tampoco se sorprendió cuando vio a Luz Marina y a Ana raspando las hojas. El viento empezó a temer cuando vio que estos cultivos de coca estaban ya invadiendo territorios indígenas y reservas naturales. El viento teme cuando escucha que la coca es la única esperanza que tienen los habitantes de la región. Teme cuando los nombres de Evaristo Porras, Leónidas Vargas y Gonzalo Rodríguez Gacha empiezan a resonar en la Amazonía Central. Siente miedo cuando pasa sobre los pueblos indígenas de la región, que ahora han dejado sus anteriores cultivos por el de la coca. El viento tiembla cuando ve a los jóvenes indígenas con fajos de billetes perdiendo el respeto a sus mayores, al jaguar que los mira siempre. El viento es cambio. Por eso comprende que la nueva forma de resistir de Clara es a través del cultivo de coca. Y aunque ella no está orgullosa de dedicarse a ello, como la mayoría de los campesinos de la zona, se levanta todos los días con una herramienta para luchar.

Profundización

Contenido cualificado que amplía la temática.

La coca y el pueblo Carijona

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  • De región olvidada, la Amazonía pasó a ser objeto de inmigración y colonización. Primero llegaron por la quina, después por el caucho, luego por el petróleo. Los indígenas fueron esclavizados; su cultura, violentada; la selva, deforestada. Ir al capítulo

  • La reforma agraria de los 60 impulsó la llegada a la Amazonía de campesinos sin tierra. El Estado también fomentó megaproyectos petroleros. La presencia militar aumentó. Ello afectó el entorno natural y la cultura de los habitantes originarios. Ir al capítulo

  • El de Chicoral fue un pacto con un impacto nefasto para los campesinos de la región. Los paros y manifestaciones fueron reprimidos bajo el amparo del estado de sitio y del Estatuto de Seguridad. Muchos no vieron otra salida que cultivar coca. Ir al capítulo

  • A comienzos de los 80, guerrilleros y narcotraficantes se extendieron por ríos y selva. Pulularon las bases militares. La población quedó atrapada entre la violencia. Pero en 1988 se abrió una flor: el resguardo indígena Predio Putumayo. Ir al capítulo

  • Durante los 90, campesinos e indígenas sufrieron la embestida de todos los actores del conflicto. Las Farc crecieron con el despeje del Caguán. Empezó a llover glifosato. La comunidad resitió con las marchas cocaleras y creando nuevas asociaciones. Ir al capítulo

  • Al terminar la zona de despeje y llegar la Seguridad Democrática, las FF. AA. arreciaron su acción y debilitaron a las Farc. En medio del fuego, campesinos, afros e indígenas reforzaron su organización, en especial tras la demovilización de las AUC. Ir al capítulo

  • El Acuerdo de Paz con las Farc abrió esperanzas en la Amazonía con iniciativas como los ETCR y los PNIS. Sin embargo, atraídos por el narcotráfico y la minería ilegal, irrumpieron disidencias de las Farc y nuevos grupos paramilitares. Ir al capítulo

  • SIN INTRO Ir al capítulo