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Región Amazonía

CAPITULO VII

El jaguar contempla. Sabe que para avanzar hay que mirar al pasado y al futuro. Pone su vista en la familia de Eugenia, una habitante de Puerto Guzmán que hizo parte del Programa Nacional de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS). Con sus propias manos arrancó las plantas de coca que cultivaba y empezó a sembrar cacao y pimienta. El jaguar ve. Sabe que a muchas familias solo les han entregado 3 o 4 de los pagos que se les prometieron con los acuerdos. Por suerte a Eugenia sí le han cumplido. Sin embargo, le ha costado mucho comercializar su cosecha por la falta de vías. Ya los gorgojos empiezan a caminar sobre la pimienta. Eso le preocupa mucho, como le preocupa la violencia que han vivido los líderes sociales de la región porque la mayoría han sido firmantes del PNIS, como ella.

El jaguar sabe. Tiene claro que hay nuevos grupos en el territorio que están volviendo a configurar el conflicto para aprovecharse de los campesinos cocaleros. Grupos como La Mafia, La Constru y Sinaloa. Ya han hablado con ellos y los han conminado para que dejen de sustituir cultivos.

Polifonía

Voces y relatos que complementan la temática.

José Ricardo Vargas analiza la situación de la coca en la región

El jaguar recorre el tiempo. Teme por el futuro de una tierra explotada hasta la saciedad por los megaproyectos extractivistas y las empresas petroleras. Sabe que los pueblos étnicos han solicitado la restitución de sus tierras. También sabe que estos procesos no avanzan.

El jaguar sabe. Sabe que hoy el pueblo nükak, en el Guaviare, sigue sufriendo abusos por parte de disidencias de las FARC, de grupos de narcotraficantes, del Ejército y de los nuevos colonos. Ellos, sabe el jaguar, están confinados por quienes buscan quedarse con los cultivos de coca que están sobre sus corredores tradicionales. Además, la población flotante que llega a la zona ha ejercido violencia sexual contra las mujeres y niñas de la comunidad. El jaguar también reconoce que el saber ancestral que podrían buscar los jóvenes nükak está siendo reemplazado por el dinero de la coca o por la coca misma, lo que atenta contra su conocimiento y su cultura

El jaguar sabe. Sabe que hoy el pueblo nükak, en el Guaviare, sigue sufriendo abusos por parte de disidencias de las FARC, de grupos de narcotraficantes, del Ejército y de los nuevos colonos. Ellos, sabe el jaguar, están confinados por quienes buscan quedarse con los cultivos de coca que están sobre sus corredores tradicionales. Además, la población flotante que llega a la zona ha ejercido violencia sexual contra las mujeres y niñas de la comunidad. El jaguar también reconoce que el saber ancestral que podrían buscar los jóvenes nükak está siendo reemplazado por el dinero de la coca o por la coca misma, lo que atenta contra su conocimiento y su cultura

El jaguar llora porque, además de la ilegal, la minería legal parece adueñarse de este territorio: para 2018, la solicitud de títulos mineros en la región aumentó. Se reportaron 188 títulos, que corresponden a 122,571.49 hectáreas. El jaguar sí puede ver más allá. Sabe que es fundamental la entrada en vigencia de las Entidades Territoriales Indígenas para lograr un verdadero acuerdo de paz. Sabe que el territorio es parte de la sangre y la vida de los pueblos originarios. Sin embargo, se lo arrebatan de las manos un Estado y unos grupos al margen de la ley que aún piensan a las comunidades indígenas como menores de edad. Por eso el jaguar sigue observando el futuro. Y lo hace porque sabe que, algún día, esto ya no será igual.

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  • De región olvidada, la Amazonía pasó a ser objeto de inmigración y colonización. Primero llegaron por la quina, después por el caucho, luego por el petróleo. Los indígenas fueron esclavizados; su cultura, violentada; la selva, deforestada. Ir al capítulo

  • La reforma agraria de los 60 impulsó la llegada a la Amazonía de campesinos sin tierra. El Estado también fomentó megaproyectos petroleros. La presencia militar aumentó. Ello afectó el entorno natural y la cultura de los habitantes originarios. Ir al capítulo

  • El de Chicoral fue un pacto con un impacto nefasto para los campesinos de la región. Los paros y manifestaciones fueron reprimidos bajo el amparo del estado de sitio y del Estatuto de Seguridad. Muchos no vieron otra salida que cultivar coca. Ir al capítulo

  • A comienzos de los 80, guerrilleros y narcotraficantes se extendieron por ríos y selva. Pulularon las bases militares. La población quedó atrapada entre la violencia. Pero en 1988 se abrió una flor: el resguardo indígena Predio Putumayo. Ir al capítulo

  • Durante los 90, campesinos e indígenas sufrieron la embestida de todos los actores del conflicto. Las Farc crecieron con el despeje del Caguán. Empezó a llover glifosato. La comunidad resitió con las marchas cocaleras y creando nuevas asociaciones. Ir al capítulo

  • Al terminar la zona de despeje y llegar la Seguridad Democrática, las FF. AA. arreciaron su acción y debilitaron a las Farc. En medio del fuego, campesinos, afros e indígenas reforzaron su organización, en especial tras la demovilización de las AUC. Ir al capítulo

  • El Acuerdo de Paz con las Farc abrió esperanzas en la Amazonía con iniciativas como los ETCR y los PNIS. Sin embargo, atraídos por el narcotráfico y la minería ilegal, irrumpieron disidencias de las Farc y nuevos grupos paramilitares. Ir al capítulo

  • SIN INTRO Ir al capítulo