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Región Amazonía

CAPITULO VI

La hoja de coca siente. Y por eso, sintió miedo cuando llegó el fin de la Zona de Despeje. El miedo de cada una de las personas que quedaron atrapadas entre las bombas y el fuego de un Estado que buscaba recuperar la zona y retomar el territorio. La coca, que pasó cientos de años añorando solo ser mambe y sabiduría ancestral, supo que se llamó Operación Thánatos. La hoja de coca conoce el dolor. Luego de ser arrancada, usada y procesada para cumplir los deseos de los narcotraficantes, tuvo que sufrir más dolor. Sufrió por algo que se llamó el Plan Colombia: mucho dinero, que llegó desde Estados Unidos, se invirtió para debilitarla y extinguirla. La hoja de coca entiende. Por eso, supo que durante el gobierno de Álvaro Uribe se implementó la Seguridad Democrática y que ésta llevó al Ejército a combatir duro en el territorio. El fuego de las balas alcanzó a quemar sus nervaduras. Los combates con las FARC eran constantes, lo cual convirtió el mismo territorio en una amenaza: minas antipersonas, asesinatos y bombardeos inundaron la tierra. La hoja de coca es sabiduría. Las FARC se fueron debilitando con estas acciones militares en su contra. En Caquetá, los Frentes 3 y 14 se vieron afectados. Luego, la hoja de coca supo que en la Operación Fénix, ejecutada por las Fuerzas Armadas, abatieron a Raúl Reyes, comandante del Bloque Sur y miembro del secretariado de las FARC.

Polifonía

Voces y relatos que complementan la temática.

Ex-militar reflexiona sobre la doctrina de las Fuerzas Militares

La hoja de coca es conocimiento. Supo que en 2009 la estrategia de las FARC ante los ataques de la Fuerza Pública se llamó Plan Renacer. Supo que en la cuenca de los ríos Caquetá y Orteguaza, en el Bajo Putumayo y en el Vaupés, cerca de Mitú, las FARC restringieron aún más la movilidad de las personas e instalaron más minas antipersonas.

La hoja de coca está y siempre estuvo. Estuvo junto al Frente Amazonas cuando decidieron seguir reclutando menores de edad, muchos de ellos indígenas, para compensar la pérdida de combatientes. Estuvo también mirando a los Frentes 32, 48 y 49, que se ubicaron en las zonas rurales y controlaron la producción de coca. La hoja de coca estuvo y fue arrancada con sevicia. Allá también llegó la Fuerza Pública. La hoja de coca también estuvo ese 22 de septiembre, en La Macarena, Meta, cuando asesinaron a alias Mono Jojoy y a otros 20 militantes de las FARC

La hoja de coca puede moverse. Y se movió porque sintió el veneno cayendo del cielo, el veneno también quemó las plantas que crecían cerca de ella y la piel y los pulmones de los habitantes de la región. Ese veneno se llama glifosato. Por eso, sabe la hoja de coca, los campesinos tuvieron que desplazarse. La hoja se movió con ellos. Se movió con más rapidez cuando en Tres Esquinas y Larandia, en Caquetá, empresas como Dyncorp fueron contratadas para empezar la fumigación al sur del país. Esta empresa estuvo involucrada en asuntos relacionados con el narcotráfico.

La hoja de coca es testigo. Vio cómo el territorio se llenó de Fuerza Pública. La política de la Seguridad Democrática y, más tarde, los proyectos de minería y de explotación petrolera la trajeron. La hoja de coca sabe que con su llegada también llegaron abusos hacia la población civil. Uno de los más duros fueron las 191 ejecuciones extrajudiciales que se dieron entre 2002 y 2008 en el departamento del Putumayo y que fueron responsabilidad de militares adscritos a la Sexta División del Ejército. La hoja de coca es testigo. Escuchó que fue el Gaula el que mató al hermano de Karen. La persona que lo engañó le dijo: “Bájese aquí” y ahí mismo había un carro del Gaula. Le dijeron a Karen que era “un subversivo que acabamos de matar… su hermanito'', pero él no era ningún subversivo. Ella lo sabía, sus vecinos en San Vicente del Caguán lo sabían. Lo mataron por el nombre que tenía en la camiseta que usaba para jugar fútbol. Nunca pudieron comprobar que era militante de las FARC y el Estado tampoco ha respondido por este crimen.

La hoja de coca observa. Vio llegar a quienes explotan el petróleo en Orito y en lugares que antes no habían sido explotados como Puerto Asís, Puerto Caicedo, Villagarzón y Mocoa. En 2004 se incrementó el número de solicitudes y títulos de explotación. Esto hizo que llegaran 8 compañías más. La hoja de coca conoce el valor de la naturaleza. Por eso, se dio cuenta de que algo andaba mal cuando el Gobierno de Juan Manuel Santos dijo que la minería era “la locomotora para el desarrollo” y cuando en la cuenca baja del río Apaporis se le dieron a la Compañía Cosigo 11 mil hectáreas para ser explotadas.

La hoja de coca tiene esperanza. Ella vio cómo se fueron organizando grupos que lucharon contra las violencias que sufrieron los campesinos, las mujeres y las poblaciones afro en la región.

La hoja de coca resiste. Y aunque ve a los habitantes de la región brillar, sabe que es necesario seguir resistiendo, porque luego de la desmovilización de las AUC, otros grupos continuaron la violencia, como los Rastrojos, que se ubicaron en Puerto Asís, Valle del Guamuez, Orito y San Miguel. También estuvieron en Puerto Guzmán y Puerto Caicedo. Allí, este grupo hizo alianzas con frentes de las FARC y con una banda local denominada La Constru para cuestiones de narcotráfico. La hoja de coca se debate entre la historia y el destino, entre ser parte de la tierra y estar en manos de grandes narcotraficantes, de gente que la quiere para hacer daño. La hoja de coca sabe lo que es dolor y, sin embargo, como la Amazonía, busca seguir creciendo para cumplir con su destino: ser parte de la sabiduría de todo un pueblo.

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  • De región olvidada, la Amazonía pasó a ser objeto de inmigración y colonización. Primero llegaron por la quina, después por el caucho, luego por el petróleo. Los indígenas fueron esclavizados; su cultura, violentada; la selva, deforestada. Ir al capítulo

  • La reforma agraria de los 60 impulsó la llegada a la Amazonía de campesinos sin tierra. El Estado también fomentó megaproyectos petroleros. La presencia militar aumentó. Ello afectó el entorno natural y la cultura de los habitantes originarios. Ir al capítulo

  • El de Chicoral fue un pacto con un impacto nefasto para los campesinos de la región. Los paros y manifestaciones fueron reprimidos bajo el amparo del estado de sitio y del Estatuto de Seguridad. Muchos no vieron otra salida que cultivar coca. Ir al capítulo

  • A comienzos de los 80, guerrilleros y narcotraficantes se extendieron por ríos y selva. Pulularon las bases militares. La población quedó atrapada entre la violencia. Pero en 1988 se abrió una flor: el resguardo indígena Predio Putumayo. Ir al capítulo

  • Durante los 90, campesinos e indígenas sufrieron la embestida de todos los actores del conflicto. Las Farc crecieron con el despeje del Caguán. Empezó a llover glifosato. La comunidad resitió con las marchas cocaleras y creando nuevas asociaciones. Ir al capítulo

  • Al terminar la zona de despeje y llegar la Seguridad Democrática, las FF. AA. arreciaron su acción y debilitaron a las Farc. En medio del fuego, campesinos, afros e indígenas reforzaron su organización, en especial tras la demovilización de las AUC. Ir al capítulo

  • El Acuerdo de Paz con las Farc abrió esperanzas en la Amazonía con iniciativas como los ETCR y los PNIS. Sin embargo, atraídos por el narcotráfico y la minería ilegal, irrumpieron disidencias de las Farc y nuevos grupos paramilitares. Ir al capítulo

  • SIN INTRO Ir al capítulo